1 de marzo de 2011

Diario de viaje: Uruguay.

Parte II
El camino al este era más corto (iba a decir croto, pero al menos pude dormir) y ustedes pueden preguntarse que vi durante el camino. Colores. Colores vivos, maravillosos, pero eran tan nítidos que incluso te enceguecían.

Así llegamos a Maldonado, donde allí si se respira paz. Sí, eso es posible. Y por segunda vez en mi vida vi el mar. Implacable, silencioso y lleno de secretos que sólo comparte con aquellos que no lo temen. Pero aún faltaba un poco para llegar a la parada final: Punta del Este. Dicen que esta ciudad es sinónimo de glamour y frivolidad. Error. Es un lugar más, pero con una magia especial, que te atrapa y no desea soltarte. Y no tiene nada que ver con creaciones humanas, sino con su Naturaleza.
El Sol está en su punto máximo. Las valijas están desordenadas. Me siento tremendamente cansada. No importa. Descansar bajo una palmera enfrentándote al mar, es algo inexplicable. Una experiencia que te lleva a replantear tu existencia misma.
Corremos por alcanzar las olas. Pero ellas se escapan. Tengo escalofríos. Pero escucho una voz tan dulce, que hace que deje de temblar. Me retiro con una sonrisa a esperar al atardecer.  
La noche cae rápido. En el hostel hay olor a fiesta.  Recibo mensajes inesperados. Otros se olvidan de mi, prácticamente… Todo se ahoga con un baño, cuyas cortinas muestran un mapamundi a escala, con las Malvinas que no son argentinas. Una carcajada, después de la introspección.
Ellos están de fiesta. Los demás integrantes de nuestro cuarto  y los del hostel. Gritan, cantan y revolean cosas. Afuera todo es hermoso, oscuro y silencioso. Abren la puerta… El esquema se rompe con sus voces extrañas, pero amigables. “Borrachos simpáticos”- diría mi amiga, que no entendía nada. “I love Buenos Aires. Really love it” – diría uno de los australianos. Ellos me cuentan de su país. Afuera todo seguía igual.

Amanece. Sueño atrasado. Resaca. Todos duermen hasta tarde. Nosotras nos escapamos. Repetimos la rutina. Nos olvidamos de las excursiones y demases. Nuestras mentes estaban fuera de órbita. Caminar por las rocas era lo único que te devolvía a la realidad.
La tarde avanza. Se acaban las horas. El tiempo no para. ¿Cuándo lo hizo? Mi mente comenzó a recordar. Las palabras se fundían en colores.
-          Everything’s ok?
-          Yeah, why?
-          You seem unhappy.
-          Just.. I remembered something..
-          Come with me, and try to smile for me.
Me baja suavemente de la ventana. Me agarra de las manos y empieza a darme vueltas. Dice cosas inentendibles. . Pero en ese instante vi a otra persona. A él. Al verdadero… El olor a alcohol me recuerda que no era el que yo pensaba. Vuelvo. Insiste a que bailemos. Me niego. Le recomiendo que duerma e intento escapar silenciosamente. Siento pena. Siento que me observan.
La noche llega violentamente. Me olvido de mi abrigo, en mi intento de escapar del cuarto del descontrol (Créanme que jamás odie ser tan sociable como esos días). Lo soporto. Recorrer el museo más desordenado que haya visto jamás, y una feria llena de objetos similares a los de San Telmo, me trae nostalgia. Me estaba despidiendo de esa ciudad llena de cosas inverosímiles, pero que te incitaban a hablar de cosas totalmente diferentes. Ajenas a la realidad.
No podía volver  al cuarto y mucho menos dormir. Pero el si lo hacía plácidamente. Los otros también. No había fiesta. Sólo dos mujeres que puteaban en español contra el desorden. Nadie nos entendía.  
Esperar en un banco enfrente al mar a las 4 de la mañana, puede ser una idea desopilante, pero interesante. Lloramos. Le contamos más secretos al mar. Los jóvenes se reían de nuestras anécdotas. Nosotras llorábamos y reíamos. No queríamos volver. ¿Es posible largar todo y dejarse llevar por ese ritmo de vida tan calmo? No lo sé. Pero la idea martilló nuestras cabezas por un rato.
La ciudad se despedía con lluvia. Tan suave como imperceptible.. En una terminal vacía y oscura, un cartel que anunciaba ‘Colonia’ nos marcaba el regreso. Quejarse era imposible, ya que nadie escucharía. Solo el mar, que nos espera. Porque sabe que volveremos. Pronto.


Cierro la puerta del dormitorio sintiendo una extraña lástima, pero antes simplemente digo:
-See ya in another life, brother.

Sonrío.
Buenos Aires me espera nuevamente…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Voces imaginarias