18 de enero de 2011

Ella

Por Facundo Noriega


Intenta prender un cigarrillo. No puede, porque no sabe como hacerlo.
La miro fijo por un instante y trato de entender el porque de sus actos.
Lamentablemente no puedo leer su mente...
Me lo devuelve, molesta. Con un ademán me indica que ya es hora de entrar.


No es cualquier lugar, sino uno que ella eligió para charlar, para perderse como lo suele hacer.
Está plagado de sus recuerdos, incluso con los míos.
Sigo sin entenderla, pero la acompaño en su silencio. Camina con lágrimas en los ojos, aferrándose a mi brazo con una ternura inexplicable. Tratamos de distraernos con el ruido exterior, pero no hay caso.
La miro nuevamente, pero sigue perdida, llorosa. No me queda más remedio que ser simplemente una compañía en esa oscuridad.


Hablamos de pavadas, reímos sin reirnos y parece que vuelve a estabilizarse.
Pero al instante, algo significativo solamente para ella, la devuelve a ese mundo inexplorable. Intento rescatarla, pero ya es tarde; me siento estúpido. Por suerte, nadie lo nota. Pero no puedo evitar sentirme un idiota.


-Decime, que te indujo a fumar, querida?
-Ehh... No sé. Probar cosas nuevas
-Y te parece que está bien?
-No. Pero sólo intento probarme a mí misma. Una especie de reto personal...
-.. a tu autodestrucción. Claro. Inteligente.
-No entendés nada. Si no lo hice antes, con situaciones peores, te crees que ésta sería la ocasión para comenzar?
-Mirá, estás depresiva. Pero jamás te vi así. Me preocupás. Tengo miedo...
-.. por mí? Que conveniente. Como si fuera a cometer una locura. Lo único que haría es lo que estoy haciendo ahora. Nada. Esperar. Tengo otras posibilidades?


Y para eso no tuve respuesta. Por primera vez en toda la tarde de ese domingo lluvioso, enmudecí con una amargura cargada de culpabilidad. Conocía la respuesta, pero una compasión vacía me impidió hablar.

- Parece que paró de llover.
- Hmmm.. Sí. Tu silencio lo confirma todo.
- Qué?!? Yo.. este.. Me duele decirte lo que ya intuís.
- Prefiero.
- A veces sos tan masoquista. No te entiendo
- No tenés porque hacerlo. Ni yo me comprendo.


Otro silencio para culminar nuestra tarde de distracciones. Ese lugar, su pequeña cajita de recuerdos, como ella la suele llamar, la reconforta.
Caminamos despacio, absortos en nuestros pensamientos. La miro por última vez, intentando comprender toda la situación. Fallé una vez más.
La razón es absurda, sólo el corazón puede darme una respuesta.


Pero qué clase de respuesta? Una que no puedo comprender, por ahora.
Y quizás nunca lo logre. Ni siquiera fumar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Voces imaginarias